Tomo como medida el placer clitórico – Monalisa Gomyde

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Un placer compartir hoy contigo la experiencia de lectura de “El placer femenino es clitórico” que manda desde Brasil Monalisa Gomyde.

Tomo como medida el placer clitórico

En 2020 estaba tomando 6 cursos en el programa de Maestría en Teoría Literaria en mi antigua universidad aquí en Brasil y escribiendo mi disertación. Estaba tan cansada y me preguntaba por qué me estaba haciendo pasar por esto, ya que al fin y al cabo era mi elección. Una de las razones de mi cansancio era sin duda la carga de lectura que me parecía muy pesada. Bueno, ahora que estoy estudiando el máster en DUODA, leo mucho más y nunca me canso. ¿Qué ha hecho que la bibliografía de ese otro programa sea tan pesada? Me sentía asfixiada y sepultada, escribir sobre lo que leía era aún más difícil. Obtuve excelentes notas, las máximas, en todas las pruebas y trabajos, pero no estaba contenta, porque tampoco entendía cómo cosas tan sin vida podían valer tanto. […]   

Y entonces leí El placer femenino es clitórico. El impacto que su libro tuvo en mi vida durante la lectura, y que sigue teniendo hasta el día de hoy, fue inmenso. Llegué a DUODA a través de él, logré escribir mi tesis y terminar mi Maestría en Teoría Literaria aquí en Brasil gracias a la fuerza que él me dio y, sobre todo, me reconecté con mi placer y con lo que originalmente me había llevado a querer ser profesora y escritora: el amor. 

 Lo primero que sentí intensamente fue alivio, el alivio que proporcionan las palabras acertadas. Es un alivio muy grande y fundamental poder nombrar y así comprender algo que sucedió, que se sentí, pero que nunca se puso en el mundo a través de las palabras, quedando así atrapado dentro de mí. Esto surgió al descubrir que había estado viviendo la violencia hermenéutica durante muchos años. Más aún después de entrar en la Universidad, que fue sobre todo un lugar donde me rompieron el corazón tantas veces. Aquí en Brasil es común hacer bromas sobre la destruida salud mental de las investigadoras, que acabar un máster o un doctorado es en realidad conseguir sobrevivir a ello. Hablan de estas experiencias de forma jocosa, a veces las propias personas que las sufren, y también de forma neutra. Sin embargo, hay algo específico en el sufrimiento de las mujeres dentro de esta institución, algo en la broma de que «hemos perdido la cordura», que tantas veces he oído en charlas. Cuanto más profunda se hace la escisión entre ella y la palabra, ella y el mundo, ella y sus experiencias, sí, más profunda se hace también la sensación de indecibilidad, y todo esto les ocurre a las mujeres que están rodeadas de libros y de ideas. ¿Cómo puede ser así? Mi abuela analfabeta puede decir sin tapujos lo que ve y siente, pero mis colegas de la universidad callan, dudan, utilizan citas de autores y pensadores… Comprender cómo me sucedió esto fue el comienzo de un paseo por los caminos de Hera hacia lo que ya tenía en mí, lo que aprendí de mi madre, pero que el “conocimiento”, el logos masculino (una redundancia incluso escribir «logos masculino») enterraba y asfixiaba a cada momento: la lengua materna. Poco a poco fui renunciando a ser “inteligente” y opté por ser lo que ya era: una mujer. Y quizá algún día sea una mujer sabia.   

La segunda cosa que me siento inspirada a compartir con usted fue la enorme sensación de alegría. Alegría de saber que vengo de algún sitio, claro que ya lo sabía, pero no lo sabía realmente. Que tengo genealogía femenina. La alegría de descubrir que todo lo que me habían hecho creer que era poco, incluidas las ideologías «feministas», es en realidad lo más importante. Aquí pienso incluso en la domesticidad de las relaciones cotidianas, en los cuidados, en tejer palabras amorosas, en el pasado de mi sexo (que es más que una larga lista de miserias), en la mística. Y, por supuesto, lo más importante, vi reconocida la importancia de las madres y de mi relación con mi madre. Creo que esta alegría está también en la afirmación de que el placer es previo a la libertad, sin placer en la existencia, incluso el deseo de libertad puede desaparecer. Entonces, ¿cómo sería posible aprender sufriendo? ¡No lo es! Tomo como medida el placer clitórico que siento en algo para medir si es o no donde debo estar, lo que debo estudiar, … 

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