Las mujeres somos hoy el eje de la política
María-Milagros Rivera Garretas
Hoy te invito a leer un artículo cortito que escribí el sábado. Y a comentarlo, si quieres. Me encantaría saber si te parece que es verdad lo que escribo, si responde a tu experiencia.
En España, en los ultimísimos meses, las mujeres nos hemos convertido en el eje explícito de la política. Lo hemos sido siempre pero no se decía, era un tabú, tan tabú que se había vuelto impensable. Ahora ha estallado en la luz, en el foco, desconcertando y deslumbrando a muchas y muchos.
Aquí no paramos de votar, en elecciones democráticas muy arriesgadas, sean locales, generales, repetidas, reñidísimas. Y sin preverlo ni siquiera las feministas, ha ocurrido que los gobiernos y los debates políticos se están dirimiendo en una grietita tan divertida como es el nombre que cada cual –la derecha, la izquierda, la ultraderecha, la ultraizquierda– le ponga o no le ponga a la violencia de tantos hombres contra las mujeres. Yo estoy fascinada.
En el debate entran al trapo las mujeres con poder, por poco que tengan. Según lo que digan sobre este asunto, ellas cruzan tan tranquilas las barreras prohibidas que separan a los partidos de izquierda de los de derecha. La izquierda y la derecha dicen “violencia de género”, la ultraderecha, “violencia intrafamiliar”. Y los pactos de gobierno se pueden volver impracticables. Porque no se dan cuenta de que las dos frases son estúpidas, no se corresponden con la vida. A una mujer no la agrede o mata su pareja o expareja hombre porque él tiene un cierto estereotipo de género en la cabeza (que no suele ni tener) sino porque ella es mujer y libre. Un periodista gracioso explicó ayer seriamente que en Andalucía tienen dos teléfonos para auxiliar a las mujeres: uno de violencia intrafamiliar para las de ultraderecha, otro de violencia de género para todas las demás. Los dos funcionan.
Todo esto de los nombres son, en mi opinión, minucias sin interés. Lo que ha sucedido es mucho más grande. Lo importante no es dónde ni cómo se pone el foco, sino quién es el foco. El foco, las decisivas, somos nosotras las mujeres, que nos ponemos donde queremos. Y no es triste ni banal que se nos reconozca que somos el foco, que somos la Primera, la Divina, hablando de violencia. No. Esta es una manera inesperada pero coherente de decir que la sociedad entera se ha enterado del final del patriarcado (Librería de mujeres de Milán). Es coherente porque deja al desnudo el núcleo del contrato sexual, pacto violento entre hombres sobre el cuerpo de las mujeres y sus frutos, que era la base del patriarcado (Carole Pateman). El contrato sexual –yo añado– separó antes violentamente a las mujeres de su placer propio, el placer clitórico, prohibiéndolo. Sin orgasmo femenino, ya que el vaginal es un invento masculino del siglo XX, las mujeres somos fáciles de dominar (El placer femenino es clitórico).
Yo me mondo de risa con la polémica sobre los nombres de la violencia contra las mujeres. Muestra que, a tientas, la sociedad masculina y las mujeres que la sostienen se están enterando de la proximidad del desenlace final. Un desenlace que, si va de nombres, será pacífico y placentero: el patriarcado ha terminado del todo porque, por fin, la violencia contra las mujeres se ha vuelto impensable e insoportable. Sin esta violencia no puede haber ni ha habido nunca patriarcado.
Otro cantar será que nuestra sociedad pueda acercarse a la verdad nítida que muchas mujeres sabemos y que una –por poner un ejemplo– dejó escrita en la bella ciudad de Venecia en su libro de 1600 titulado «Il merito delle donne: ove chiaramente si scuopre quanto siano elle degne e più perfette de gli uomini». Donde claramente se descubre hasta qué punto son ellas dignas y más perfectas que los hombres.
(24 junio 2023)