Comparto hoy contigo la historia que me ha contado Dafne Adame Canales sobre la relación inteligente de su abuela con la Inmaculada. Su abuela nunca reflejó al hombre al doble de su tamaño natural. Su secreto para no entrar en el contrato sexual fue mantenerse indiferente al coito. Sin fingir. El placer de su almacorporal volaba por sus propios cielos. Así, no se equivocó de orgasmo.
Historias vivas de abuelas y madres inmaculadas
“Permanecer inmaculada como mi abuela, que a pesar de haber tenido 4 hijas y un hijo, dijo que ella no sabía lo que estaba pasando en ese momento, que nadie le advirtió nada. Lo dice molesta y triste, entonces deduzco que sufrió del coito sin enterarse y que no lo habría permitido de saberlo, de saber que ese era el pecado original del que se hablaba y al que ella no querría acceder. Mi abuela siempre ha sido una fiel adoradora de la Virgen; incluso estuvo en un grupo de mujeres llamado La legión de María, en la que por medio de cantos, curaban a enfermas y enfermos. Mi abuelita desarrolló una enfermedad de artrosis, ella dice que fue porque absorbió los pecados y enfermedades de la gente, haciéndola a ella misma enfermar. Dice que su don fue el canto de alabanzas y siempre nos cantaba una especial.”
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“El sentido libre de la diferencia sexual le abre a una mujer un caudal infinito de placer propio, placer sexual y placer cognitivo, independiente de la procreación y, simultáneamente, abierto y sensible a ella cuando una mujer la desea. Pone a su disposición la potencia significante de las relaciones del mismo sexo, potencia que para las beguinas y beatas (nombre este que quiere decir “bienaventuradas”) era infinita. Esta potencia libera el placer femenino de la limitada dialéctica de las antinomias del pensamiento u oposiciones binarias propias del racionalismo griego y europeo masculino, del tipo activo contra pasivo, hombre contra mujer, alto contra bajo, racional contra sensible, etc. Y el orden de su vida lo orientan el sentir, la lengua materna, el placer, el alma: Amor, en definitiva.” (“El placer femenino es clitórico”, p. 14-15).