El dedo en la llaga de la violencia machista

El dedo en la llaga de la violencia machista

Por desgracia, cada 25 de noviembre contribuye un poco más al aumento y a la consolidación de la violencia machista. Se habla y se habla y se habla, a lo tonto, de mujeres maltratadas, escondiendo una y otra vez al verdadero protagonista de los hechos: el hombre. El maltratador se esconde en la palabrería desenfocada de sus colegas, miles, que parlotean hoy en los medios de comunicación, bienpensantes pero aburridísimos y letales. No dan en la diana. Tendrían que callar, mirarse dentro y darse cuenta de que los sujetos del delito son ellos y solo ellos. Su estrella periodística es entrevistar a una víctima, cuanto más joven o más vieja mejor. Y llevarse las manos a la cabeza.

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Esther Ferrer, Entre líneas y cosas (CEART 2016)

Pero son casi todos ellos, en realidad, los actores o encubridores de la violencia machista. ¿Por qué? Porque no tienen ni idea del placer clitórico, el placer femenino propio. Siguen creyendo lo mismo que el clérigo anatomista que inventó la vagina en 1641 y la inventó -dice él en sesudos latines- para “el cómodo choque viril”.

Poniendo el acento en los maltratadores, quedaría al descubierto que el orgasmo vaginal no existe sino que tuvo que ser inventado (por un psicopatólogo freudista) en 1928, mientras Virginia Woolf daba en Newnham College (Cambridge) las conferencias que compondrían al año siguiente el famosísimo libro Un cuarto propio. Y sus víctimas se darían cuenta enseguida de que el gran desencuentro dentro de los matrimonios o parejas mujer/hombre es el fracaso rotundo del placer femenino. Una fisioterapeuta, Marta Jiménez, me hablaba hace poco de una encuesta entre mujeres jovencísimas según la cual el 50% de las encuestadas reconocía que no sentían placer con sus hombres.

En otras palabras, la mayoría de las mujeres se equivocan de orgasmo. Esta es la llaga. Se juntan con un hombre esperando recibir placer, además de darlo, y se encuentran con que para ellas no hay nada ahí, salvo, cada vez con más frecuencia, enfermedadas y dolor que, según ellos, no tienen ni solución ni origen. Porque es tabú decir que la penetración no da placer a una mujer: a los hombres, ni les cabe en la cabeza, y se les cae todo si ellas no fingen. Pero ya es hora de poner el dedo en la llaga. Las llagas no son bienpensantes.

Si cesara el ruido políticamente correcto del 25 N, muchas mujeres se darían cuenta de que el placer femenino es clitórico. Y recordarían que el orgasmo clitórico, como escribió Patricia Highsmith en 1952 (!!!) “ahora era distancia azul pálido y espacio, un espacio creciente en el que ella emprendió el vuelo de repente como un dardo largo. El dardo parecía cruzar fácilmente un abismo de anchura imposible, parecía arquearse más y más en el espacio, sin llegar a detenerse. Entonces ella se dio cuenta de que seguía prendida de Carol, temblaba violentamente, y el dardo era ella… Y no tuvo que preguntar a nadie si esto estaba bien, nadie tenía que decírselo, porque esto no podría haber estado mejor ni sido más perfecto” (The Price of Salt. A Modern Novel of Two Women. Carol).

Si las mujeres no nos equivocáramos tanto de orgasmo, el número de hombres maltratadores descendería drásticamente, ya que no encontrarían pareja.

(25 Noviembre 2022)

María-Milagros Rivera Garretas

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