Artículos de Doranna Lupi y Luciana Tavernini

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Fotografía de: Duomo di Lucca

31 marzo 2022. Libreria delle donne di Milano

Doranna Lupi: Ir juntas a lo esencial

Artículo original en italiano: https://www.libreriadelledonne.it/puntodivista/andare-insieme-allessenziale/

Andare insieme all’essenziale

Escuchar las reflexiones de las amigas que forman parte del grupo Le Compromesse me ha confirmado la importancia de seguir tejiendo relaciones intergeneracionales sin dejarse molestar por lenguajes e imaginarios que, por motivos de edad, no compartimos, no nos pertenecen y quizás no entendemos, yendo rectas a lo esencial. Volver a partir del cuerpo es lo que nos permite volver al primer terreno de choque con el patriarcado de donde partió todo el camino de la libertad femenina. El cuerpo de las mujeres ha sido siempre el principal objeto de control por el patriarcado y la diana de contraataques violentos, siendo la puesta en juego más alta del contrato sexual, que regula el dominio de los hombres sobre el cuerpo de las mujeres en la esfera privada (Carole Pateman, El contrato sexual). Ahora que las mujeres han salido de la esfera privada y están por todas partes, tengo la impresión de que la exigencia masculina de dominio y de control de nuestros cuerpos se ha extendido también a la esfera pública Si a esto añadimos los efectos desestabilizadores del final del patriarcado, entendido como final del consenso y de la dependencia femenina de la medida masculina del mundo, entonces se comprende mejor el despliegue de estrategias muy eficaces en el plano simbólico dirigidas a reestablecer estereotipos al servicio de un sistema agonizante. Hoy, en pleno capitalismo de la vigilancia (Shoshana Zuboff, La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder), en el que somos los seres humanos los objetos de los que extraer materias primas mediante el excedente de conducta que colgamos en las redes sociales, se juegan dos partidos fundamentales e interconectados, el del control, mediante estrategias de contraataque al feminismo y a la libertad simbólica de las mujeres, y el del libre mercado, que saca enormes beneficios de los cuerpos de las mujeres y quiere seguir sacándolos, por la moda, la cirugía estética, el mercado de la pornografía, la prostitución y la procreación asistida.

En nuestro tiempo encontramos, sin embargo, jóvenes mujeres activas, decididas, instruidas, orientadas, determinadas, competentes, hijas amadas y apoyadas por sus madres. Mujeres que ya solo pueden ser dominadas en lo simbólico, en sus mentes, porque no hay prohibiciones concretas que impidan que vayan a todas partes.

La auto-objetivación, antes garantizada por la adhesión total a los estereotipos de género y a roles rígidamente establecidos, ahora se vuelve mercancía preciosa que obtener y extraer como sea; es, diría, la inversión principal de muchas empresas económicas y de toda política conservadora, única forma de control posible en las democracias igualitarias occidentales, también en lo relativo al lenguaje que no logra modificarse para incluir la experiencia femenina real del mundo.

A la luz de estos elementos es más fácil entender que haya podido pasar lo que señala con gran preocupación Emma Ciciulla, que es que en los últimos diez años se haya vuelto viral en las redes una propuesta que se ha apropiado el nombre feminismo y que anima a adoptar, sin vacilar, en nombre de la autodeterminación y de la libertad de sentirse a gusto, modos de feminidad impuestos por el patriarcado, como llevar prendas sexualizadas o explorar sexualidades porno.

Estoy de acuerdo con ella cuando dice que es fundamental reconocer y destapar este engaño aunque, como sostiene Zuboff, una sola no pueda hacerse cargo de este desafío. Vale por tanto seguir en el terreno de las relaciones entre mujeres y de una representación del cuerpo nacida de nuestra experiencia, intentando volver a sanar la división entre mente, cuerpo y sentir profundo que el patriarcado nos impuso para que adoptáramos sus modelos. Es importante mantener y crear sitios y modos de cuidarnos, nutrirnos unas a otras y comunicar entre nosotras manteniéndonos enraizadas en el deseo y en el placer femenino. Esto nos puede dar fuerza y lucidez para reconocer un imaginario alienante, salido del aplanamiento de los cuerpos en imágenes expuestas en vitrinas virtuales. Adentrándonos juntas en el lenguaje y en la imaginación, podremos modificarlas, también creativamente. La palabra justa y el justo imaginario tienen en sí el poder de cambiar.

Las mujeres de las nuevas generaciones tienen un gran trabajo que hacer, pero pueden acceder a una rica y viva herencia que, extendiéndose desde La mujer clitórica y la mujer vaginal de Carla Lonzi en 1971, llega a El placer femenino es clitórico de María-Milagros Rivera Garretas en 2020, abriéndonos a un “flujo infinito de placer propio, placer sexual y placer cognitivo” que nos ayuda a no equivocarnos de orgasmo y a ”recuperar el vínculo entre el sentir del alma, el deseo y el placer femenino”.

La historia rumia, con todo lo demás, también lo que llega al mundo como intuición, y puede ocurrir que cuando menos te lo esperas te la restituya digerida. La intuición de Carla Lonzi de un placer femenino desvinculado de la sexualidad masculina, reaparece hoy con la ligereza y la gracia de lo que ya no es reivindicación sino algo ya ganado. Cito solo algunos ejemplos: en 2016 salió el vídeo de animación Le clitoris de la joven canadiense Lori Malépart-Traversy: sobre un fondo rosa se mueve una simpatiquísima clítoris que cuenta detalladamente toda la historia del único órgano del cuerpo humano dedicado exclusivamente al placer; en noviembre de 2018 el festival feminista de Ginebra se abrió con la instalación de una gigantesca clítoris hinchable, color fucsia, titulada Esta tarde empezamos con el placer (en sentido amplio); en noviembre de 2020  salió el tema Clito de la rapera italiana Madame, también ella situada en un panorama artístico prevalentemente masculino donde el lenguaje y los tópicos sexistas son una constante. Madame, sin inmutarse, preguntándose a sus dieciocho años por el sentido de lavida, canta: “A veces me río y no entiendo el motivo / A veces vivo y no sé si respiro / A veces tropiezo y no comprendo que camino”. Pero en el estribillo una cosa la sabe segura: “La vida me hace clic en la clitó, eh. Sabe que disfruto cuando aprieta con el dedo, eh”, y esto es ya mucho para un buen comienzo, sea para ella que, eventualmente, para las novecientas cuarenta y dos mil seguidoras y seguidores que tiene en las redes sociales.

6 abril 2022. Libreria delle donne di Milano

Luciana Tavernini: Las reacciones peligrosas

Artículo original en italiano: https://www.libreriadelledonne.it/puntodivista/le-reazioni-pericolose/

Le reazioni pericolose

Las consignas “Mi cuerpo es mío y lo gestiono yo” o “El útero es mío y lo gestiono yo”, que tantas gritábamos en las manifestaciones, fue una toma de la palabra que intentaba expresar la propia integridad. Fue un intento libre de querer decir pero, precisamente porque inicial, era todavía aproximado e impreciso. Fue un esfuerzo para desvincularnos de la disociación que los hombres intentaban meternos dentro para reconocerse dueños de nuestro cuerpo.

Pero gracias al movimiento de las mujeres, esa pretensión no se sostuvo.

Algunas leyes nos lo revelan.

En 1956, el Tribunal Supremo decidió que al marido no le pertenecía, ante su mujer y sus descendientes, el “ius corrigendi” (art. 571 C.P.), el derecho de pegarles, abolido en 1963.

Hasta 1968, el adulterio era delito solo de la mujer, que podía ir a la cárcel.

En 1981 fueron abolidos los atenuantes por el delito de honor según el cual matar a tu mujer estaba justificado si atentaba contra el honor del hombre. Siempre en 1981 dejó de estar en vigor el matrimonio reparador, que permitía violar a una chica sin ser castigado si él se casaba con ella.

También la revolución sexual, que para mí empezó en 1970, me provocó, como a muchas de mis amigas, una disociación nueva: me llevó a creer que haciéndome disponible para el placer masculino, lo encontraría yo también. No fiándome de mi sentir, me aparté del placer femenino. Ya en 1972 Carla Lonzi señalaba el peligro en La mujer clitórica y la mujer vaginal, pero yo me obstinaba inútilmente en buscar el placer donde era imposible encontrarlo. Solo más tarde he descubierto, siempre con el mismo hombre, que como anuncia el título del libro de María-Milagros Rivera Garretas El placer femenino es clitórico o no es.

Pensemos también en el aborto: era considerado un “delito contra la integridad y la salud de la estirpe”, en vez de una consecuencia sufrida por las mujeres de las irresponsables prácticas sexuales masculinas. Ni yo ni ninguna que conozco queremos una sexualidad que nos deje embarazadas si no deseamos traer al mundo una criatura. Pero la ley 194 de 1978, permitiendo el aborto solo en ciertas condiciones, seguía sin considerar que la mujer es un ser entero y capaz de autodeterminación: otros deciden qué permitirle hacer o no hacer cuando está encinta.

Y la violación era un delito contra la moral; solo en 1996 se convirtió en delito contra la persona.

Estas leyes son fruto de las luchas de las mujeres para desenmascarar el contrato sexual entre hombres que, imaginándose “cosas” agradables o útiles a su disposición, habían creado reglas para repartirse los cuerpos femeninos y sus frutos.

Pero las dos consignas feministas, mientras las gritaba, me daban una desazón interior que indicaba la exigencia de trabajar la lengua; porque mantienen una disociación, como si el cuerpo o una de sus partes pudiera ser una propiedad, ya no del hombre de turno, sino de un yo sin cuerpo, aunque fuera femenino. Ahora entiendo que era un modo de reaccionar, pero el ser reactivas no es una buena política. Nos empuja ahí donde quien nos quiere atacar prevé que estamos. Luisa Muraro sugiere, en cambio, el quiebro, pero para hacerlo hay que estar en sí y en relación al menos con otra para ser capaces de sentir la propia verdad. Así he podido recuperar la indisolubilidad del alma corporal, como dice Antonietta Potente. Consigo partir de mí, del “cuerpo que yo soy”, y tomar la palabra públicamente, con la fuerza de mi sentir.

Una mujer que está estudiando textos del pensamiento de la diferencia, refiriéndose a una experiencia de juventud, me ha escrito que entonces no tenía el vocabulario político que la ayudara a nombrar lo que le pasaba, mientras que ahora sabe reconocer lo que le permite ser libre. Indica, pues, la importancia de las palabras justas. Creo que es equívoco el actual eslogan “My body, my choice”, porque perpetúa la disociación, multiplicada por el neoliberalismo y ocultada bajo la idea de la libertad de explotar partes del propio cuerpo, como por ejemplo con los vientres de alquiler o la prostitución, ignorando lo que muchas de nosotras decimos de la experiencia transformadora del embarazo y lo que las supervivientes del sistema prostituidor afirman, como escribe Rachel Moran en Paid For. My Journey Through Prostitution.

Quizás sea mejor decir: “Yo soy entera y en venta no estoy”.

O “Yo soy entera y no me despedacéis”, rechazando la guerra, que es un modo de despedazarnos literalmente.

Antiguamente, debajo de las palabras “caídos por la patria” o “víctimas civiles” se escondía la reducción a “cosas” de seres hasta entonces vivientes y se intentaba que no fueran vistos. Hoy las imágenes de quien muere, de quien sufre y huye nos son mostradas sin pudor, porque desde hace años se está dando una especie de habituación a la violencia, inducida también por las películas de entretenimiento. Y el número desaforado de cadáveres al inicio de esta guerra se nos daba como goles al contrario entre equipos opuestos: lo importante parecía ser que el equipo del que teníamos que ser hinchas tuviera siempre menos que el otro. Después, para confundirnos sobre la enormidad de la masacre, el número de los “nuestros” nos son dados poco a poco en dos cifras, o mostrando una carnicería cada vez hecha solo por los “otros”. Se está dando una disociación entre imágenes-números y la realidad de creaturas nacidas de madre, y vive solo de la interdependencia que la sostiene.

Pero a mí esta disociación no me sirve porque no dejo de partir de mí.

Sé lo que ha sido dar a luz y criar a mi hijo y a mi hija.

He seguido los dos embarazos de mi nuera y conozco la atención rotunda de muchas personas por mis nietas y sus sonrisas.

No olvido el compromiso amoroso de mi madre para que mi padre, ciego de guerra, pudiera sentir la felicidad suficiente para desear estar vivo.

Y recuerdo la tierna firmeza con la que mi marido y yo nos transformamos, y transformamos a quienes teníamos alrededor y nuestra casa, para que la convivencia con mi madre, cada vez más mayor, reconociera y continuara la genealogía de amor en la que ella nos había puesto.

Libros citados:

Carla Lonzi, La donna clitoridea e la donna vaginale. Milán, Scritti di Rivolta Femminile, 1971.

Rachel Moran, Paid For. My Journey Through Prostitution, Dublín, Gill & Macmillan, 2013.

Luisa Muraro, La indecible suerte de nacer mujer, trad. de María-Milagros Rivera Garretas, Madrid, Narcea, 2013.

Antonietta Potente, Como el pez que está en el mar. La mística, lugar del encuentro, Madrid, Paulinas, 2018.

María-Milagros Rivera Garretas, El placer femenino es clitórico, Madrid y Verona, Edición independiente, 2020. Colección A mano, 2.

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