María-Milagros Rivera Garretas, El placer femenino es clitórico. Madrid y Verona, Edición independiente, 2020. Colección A mano, 2
Antonietta Potente
Reflejándome en el libro
La escritura de María-Milagros Rivera Garretas nos brinda la posibilidad de emprender otro camino. Una verdadera anunciación o -como decían nuestras abuelas y madres en la fe- una verdadera salutatio angelica, es decir: aprender la lengua materna de la divinidad. El libro trata de algo que, para mí, de algún modo, sonaba conocido: la lengua materna, el pensamiento de Carla Lonzi sobre mujer clitórica y vaginal, la mística de las mujeres, pero nunca estas palabras de sonido femenino me habían tocado tan hondamente como pasó con la escritura de María-Milagros Rivera Garretas. Así que, luego de muchos años, siento con todo mi ser que casi siempre, como dice la autora, me equivoqué de placer. Me equivoqué en mi escritura y muchísimo en el tejer mis intuiciones.
Con este libro entre nuestras manos, tenemos un tejido de varios hilos. Un libro que destella hermosura, deja percibir belleza y genera goce. Rescato, entre muchos, tres hilos entretejidos en una trama que se desenvuelve con forma de espiral. El primero se refiere a la escritura, la lengua materna y el concebir pensamientos. El segundo hilo es lo que llamaría misticopolítico, así como suena, sin interrupción ni separación entre mística y política. El tercero y último es el hilo de [la vía unitiva – el camino hacia la unificación] en donde podemos entrecruzarnos con la lengua de muchas místicas citadas a lo largo del libro.
Escritura, lengua materna, concebir pensamiento
Cito a la autora tomando sus palabras que encontramos hacia la parte final del libro. La escritura de este libro que ahora termina ha resultado ser para mí un proceso de conexión con mi placer y con mi sentir propio originario, nunca perdidos ni el uno ni el otro pero sí por mí misma limitados en su campo de acción, en particular en lo referido a la concepción de conceptos, porque he sufrido mucho la violencia hermenéutica. Se pueden concebir conceptos y escritura, a pesar del sufrimiento hermenéutico que padecemos las mujeres. Esa violencia hermenéutica, a mi modo de ver, no es algo simplemente intelectual, sino que se refiere a la comprensión de la vida en general, en lo cotidiano y sus infinitas relaciones con personas, cosas y el complejo mundo de la naturaleza además de nuestro propio cuerpo. Dejar a un lado o despegarnos de esa violencia hermenéutica significa concebir conceptos en una lengua casta, que es lengua originaria y materna: lengua del alma-corpórea. Se lee en el libro: y aprendí también a sentir algo de su mántica, de la capacidad que las palabras tienen de predecir y de hacer acaecer, de presentir realidad en acción. Estas palabras caen en lo más hondo de nosotras las mujeres, dejando nueva calidez al sentir pensante de las mujeres conociendo que, el verbo pensar, en su sabor originario nace de “pensum” que, en el latín de los antiguos, se refería a la cantidad de lana que tenían que entregar a las mujeres tejedoras o hilanderas. Pienso que este es el sentir pensante de las mujeres. Primero se siente y luego se conciben conceptos. Ahora, este pensamiento entretejido desde las entrañas es algo que considero nos pone en relación con la naturaleza que hila produciendo desde sí misma el tejido de la vida (las arañitas, las palmeras con sus troncos que parecen bordados, las orugas o gusanos de seda de las que escribe también Emily Dickinson, los pájaros, etc.). La lengua materna concibe pensamiento que surge desde adentro y el sentir del pensamiento entreteje y se vuelve escritura casta y por eso liberadora.
Lo misticopolítico
El segundo hilo importante lo tomo de la parte inicial del libro que interpreto subrayando que el placer femenino es expresión de lo divino y por eso se entreteje con la lengua de muchas místicas. Placer del sentir de las entrañas y del alma. Para mí que soy teóloga, este libro tiene una fuerza que llamaría “sofiánica”, es decir de la Sofía originaria, muy bella y unificadora, de la que la teología oficial ni tiene idea. Es lengua sabia de lo divino. Es arqué originario de la “La Primera”, la que está antes del cosmos y es matriz de los seres visibles e invisibles. La “Primera” de la que “principia el universo”. Por ser placer del sentir de las entrañas y del alma, percibo que de Ella, la divina, se puede decir algo solo a partir de nosotras, es decir a partir de la experiencia. Por eso considero que la lengua materna que la autora utiliza en su escritura es divina y es apofática, es decir: no se puede razonar, se puede sólo percibir y decir desde la experiencia. Lo que acabo de decir y que encuentro entre líneas en la escritura de este libro, no tiene solo fuerza mística sino también política. Porque es visión que se da cuando la mujer adquiere independencia simbólica también en el espacio de lo cotidiano social y político. Retomo unas palabras que recojo del texto y resuenan en la vida de tantas mujeres: [Las mujeres] Sexuaron el conocimiento y la política reconociendo la diferencia sexual, es decir, el sentido libre del ser mujer u hombre, como significante, o sea, como fuente inagotable de significado, de sentido, en todo lo que el ser humano vive, hace, piensa, es y puede llegar a ser.
Entonces, el placer clitórico no es alegoría sino punto de partida para volver a leer la realidad, nuestra fe, lo transcurrido y lo ocurrido; el arte y también la política que hasta ahora es política fálica, violenta, colonizadora, que debilita los cuerpos de mujeres, hombres y también el ecosistema. Quita el alma a los seres vivos. Así leemos: El placer clitórico, el placer no colonizado por la vaginalidad fálica al servicio del orgasmo masculino. La cuestión sexual es cuestión política y sobresale con claridad desde estas páginas: mientras las mujeres sexuaron el conocimiento y la política reconociendo la diferencia sexual, los varones prostituyeron la materia, los cuerpos, el alma, la tierra, sus frutos y también a la divina.
Frente a ese poder sexual fálico, según la autora: hay que decir lo que decía María Zambrano: “no cedí”. Y esta certeza es la que nos hizo resistir a lo largo de una historia contraria a nuestro sentir y a nuestro gozo, y leemos: Siempre hay salida –decía Teresa de Jesús– aunque sea por el aire. Si una mujer se deja volar, aunque sea un poquito, se encontrará enseguida con la independencia simbólica, y saldrá airosa del nudo. Nuestras salidas se dan porque no cedimos. Los varones griegos hablaban de apátheia sin saber lo que decían. Apátheia era para ellos impasibilidad o imperturbabilidad. Las mujeres sabemos de eso, porque nuestra impasibilidad o imperturbabilidad significa no ceder a un poder fálico; no ceder al placer del poder en general y de la fuerza del otro. No ceder a esta economía que pone un cuerpo encima del otro, con violencia, porque mata y quiere extirpar cada placer originario. El placer femenino es casto; no se compra ni se vende, es limpio, porque es saber del alma y, diría Emily Dickinson, elige su propia compañía, después cierra la puerta y continúa: impasible ve a las Carrozas. Si las mujeres cumplimos este camino y no nos equivocamos de placer, concebiremos nuevas posibilidades para nosotras y para todo el mundo y la Tierra y cada ser viviente visible e invisible.
El camino hacia la unión
El sentir y el placer del alma corpórea es vía unitiva. En mi opinión, -escribe la autora- no hay placer femenino que no tenga en cuenta el alma y su goce. Estas palabras suenan como síntesis alumbradora de todo el libro. Centro desde donde se origina la espiral de nuestro sentir, vivir y concebir pensamientos: pienso que este es el sentir místico que procura a Milagros la autoridad femenina y la lengua materna para hablar de y con mujeres místicas, entre ellas Juana Inés de la Cruz. El camino místico o vía unitiva, nos enseña: no hay placer femenino que no tenga en cuenta el placer del alma. No puede existir un goce que sea solo del cuerpo ni solo del alma: las místicas con sus vidas y su sentir pensante nos enseñan eso. Y aún más: El alma protege el placer femenino de masoquismo y de sadismo. El alma nos cuida de toda ruptura de nuestro ser. El alma como la mística es unitiva en contra de esa visión que inventó la mujer vaginal, hiriéndole el cuerpo para seguir luego en un proceso colonizador de mujeres y seres vivos: pueblos, culturas, saberes ancestrales y espiritualidades. Así el mundo anda por pedazo. La anatomía misma, como su nombre indica, es una especialización en cortar, en desunir, en fragmentar, separar y despedazar el cuerpo humano, algo que a las mujeres nos molesta especialmente porque amamos el Todo y tenemos una predisposición especial para la relación, la relación sin fin, por el gusto de estar en relación, que nos nace de un cuerpo, el femenino, que tiene por naturaleza la fascinante capacidad de ser dos, de crear y albergar otro ser dentro de sí. Desde la anatomía nace la perspectiva de la vida en cuanto jerarquización, intentando borrar lo simbólico primordial, originario, que no es vertical sino circular y unitivo.
Así las mujeres místicas cumplen el gesto de las hilanderas o tejedoras, volviendo a costurar lo que el poder masculino ha fragmentado y herido en todo el universo: en lo real, en lo simbólico, en lo hablado, pensado queriendo -como leemos en el libro- crear la mujer vaginal, pero La mujer vaginal no existe, por tanto, ontológicamente, carece de existencia simbólica porque vive desplazada de su centro, centro que es su placer clitórico, sus entrañas, su matriz, su vulva, colonizada en su acceso por su disponibilidad culturalmente forzada a la penetración y en su salida por la apropiación del parto y del nacimiento por la medicina masculina y misógina desde la Modernidad. No existe la vaginalidad; sin embargo, creyéndonos todo lo que han dicho sobre nosotras y también sobre la vida en general, hemos perdido la verdadera armonía y la castidad que es armonía unitiva. Las místicas lo saben y las mujeres todas también, cuando aprendemos a no equivocarnos de placer.
Al concluir este libro reboso de goce, y me salen las palabras de una mujer, las únicas palabras que nos dejaron oír de ella que es María la ἀχειροποίητα (Aquiropita) es decir la no creada por manos humanas. Ahí van sus palabras: celebra todo mi ser la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra. Este libro es para estudiar, es decir: estudiar, gozar y comentar entre mujeres.