¿Han cumplido los Women’s Studies?

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¿Han cumplido los Women’s Studies?

Celebro compartir hoy contigo, pasadas ya las fiestas, el texto que presenté el 7 de diciembre de 2024 en la FIL-2024 (Feria Internacional de Libro) de Guadalajara (México). Quizás te interese leerlo. Se titula: Mi experiencia vivida con los Estudios de las Mujeres.

Mi experiencia vivida con los Estudios de las Mujeres

María-Milagros Rivera Garretas

(Duoda. Universidad de Barcelona. España)

7 diciembre 2024. Guadalajara, Jalisco, México, Feria Internacional del Libro (FIL2024), Universidad de Guadalajara, Estudios de Género CUCSH. Susana Muñiz, Valentina Díaz, 12.00 horas México, 19:00 horas Madrid.

Los Estudios de las Mujeres han acompañado toda mi vida, vida académica y personal inseparables, en universidades muy distintas. Por ello, lo que voy a ofrecer hoy aquí es un relato de experiencias entrelazadas, experiencias vividas y compartidas con otras durante casi medio siglo. Un relato, por tanto, partiendo de sí, partiendo de mí, en búsqueda, intimidad y apertura, sin narcisismo ni ensimismamiento del yo.

De estudiante viajera por varias universidades de Europa y de los Estados Unidos entre los años 1970 y 1980, vi nacer o frecuenté casi todas las librerías de mujeres y algún programa o pre-programa de Estudios de las Mujeres o Women’s Studies en las ciudades por las que pasaba o en las que viví. Hice esto no por aprender más sino porque tenía una necesidad personal que no encontraba respuesta. Yo necesitaba que el conocimiento al que accedía me perteneciera, coincidiera con mi anhelo de que la vida no me pasara de largo. El sistema educativo me lo daba todo salvo lo que yo deseaba. Era un anhelo persistente, que no se dejaba ni ignorar ni sustituir con sucedáneos. Me gustaba la Historia, que era mi materia principal de estudio, pero la Historia que se enseñaba en la escuela y, sobre todo, en la universidad, no me interesaba nada. Me aburría; no se interponía entre mí y el ser. Y yo no sabía por qué.

Al cabo de algunos años de búsqueda, estando ya de Visiting Fellow postdoctoral en Johns Hopkins University (Baltimore) en 1979-1981, tomé conciencia de repente de que la Historia que se enseñaba tanto en Europa como en Norteamérica no me interesaba, no se interponía entre mí y el ser, revitalizándome, respondiendo a mi pregunta, porque yo era una mujer. Nunca se me habría ocurrido que esta pudiera ser la causa, tan simple y tan difícil. Creía que quizás fuera la dictadura en la que había nacido. Pero no. Resultaba que yo era mujer y quería seguir siéndolo. Y esto era un problema. Nunca deseé haber nacido varón ni tener los privilegios que veía que ellos tenían.

Poco después, en 1982, un pequeño grupo de jóvenes historiadoras sin poder fundamos en la Universidad de Barcelona el CIHD, Centre d’investigació Histórica de la Dona, Centro de Investigación Histórica de la Mujer, un centro que desde 1990-91 se llama DUODA. Las alumnas le pusieron este nombre, que es el de una gran escritora del siglo IX que compuso un libro manual para la educación de sus dos hijos que, de muy niños, le habían sido arrebatados por el padre para usarlos de rehenes en las guerras entre los descendientes de Carlomagno.

Mi ejemplo es uno cualquiera de entre los muchos que impulsaron la fundación de programas de Estudios de las Mujeres en las universidades del mundo entero a partir de 1970, inspirándose en la iniciativa tomada en los Estados Unidos de América, concretamente en San Diego State University (California). En todas nosotras estaba, todavía sin palabras, la experiencia de la violencia hermenéutica universitaria, vivida en nuestra almacorporal -alma y cuerpo inseparables- sin este nombre, sufrida en el sentir profundo, violencia hermenéutica que con frecuencia nos quebraba la salud y, siempre, nos robaba el placer de conocer, ese placer intenso que todas buscábamos. Solo pude darle este nombre -violencia hermenéutica- mucho más tarde, en el año 2020, cuando ya había dejado la vida activa en la Universidad de Barcelona.

En 1987 fundamos en Duoda un programa de postgrado en Historia de las Mujeres. Fue un momento de enorme felicidad y apertura: por fin íbamos a poder enseñar lo que verdaderamente queríamos. Al año siguiente, 1988, lo convertimos en Máster en Estudios de las Mujeres. Más tarde, atendiendo a los cambios que nosotras mismas íbamos experimentando, lo llamamos Máster en Estudios de la Libertad Femenina. En el año 2000, fundamos un programa online en Estudios de la Diferencia Sexual. Este programa es, desde que nació, único en el mundo. Recientemente, a raíz de la confusión no inocente dentro del feminismo de la doble militancia entre diferencia sexual y binariedad, decidimos cambiarle el nombre. Hoy se llama Máster en La política de las mujeres. A pesar de que, en mi opinión, al haber terminado el patriarcado, el interés de la política masculina, la política de la polis, la polis griega fundadora del patriarcado occidental, sea nulo para una mujer libre, para una mujer con independencia simbólica. Pero no queremos abrumar a las alumnas sino enseñarles lo que nosotras, las docentes, hemos ido aprendiendo a lo largo de la vida.

La libertad femenina, el sentido libre de la diferencia sexual (Luce Irigaray), el orden simbólico de la madre (Luisa Muraro), el almacorporal (Antonietta Potente), mi el placer femenino es clitórico, la escritura inspirada (Antonietta Potente y yo misma) han sido para mí, desde los años setenta del siglo XX, compañeras imprescindibles en la vivencia de los Estudios de las Mujeres. Conozco bien y respeto los Estudios de Género. Estuve presente en Johns Hopkins University cuando John Money y Anke Ehrhardt difundían su redefinición del género (gender), que hasta entonces era una noción gramatical, como los estereotipos sostenidos por instancias del poder social de lo que las mujeres y los hombres somos y deberíamos ser. Me refiero al libro de 1972 Man and Woman. Boy and Girl. Differentiation and Dimorphism of Gender Identity from Conception to Maturity (Hombre y Mujer, Niño y Niña. Diferenciación y dimorfismo de la identidad de género desde la concepción hasta la madurez). Conocí a Joan Scott en The University of Chicago antes de que publicara su famoso artículo Gender: a Useful Category of Historical Analysis en “The American Historical Review” 91, de 1986. Pero supe enseguida que tampoco esta categoría de análisis -el género o gender– a mí me pertenecía, ni calmaba mi anhelo de que la vida no me pasara de largo. Eran constructos, no vivencias. Como en el magnífico título del libro de Tania Modleski Feminism Without Women (Feminismo Sin Mujeres), publicado en 1991.

¿Por qué no me pertenecía? Porque el género me viene dado e impuesto con mayor o menor eficacia desde fuera, desde las instancias del poder social. No responde a mi necesidad y deseo como mujer, sino al mundo de los preceptos y las imposiciones masculinas. Si bien en aquel momento necesitáramos conocer bien los sistemas de opresión de las mujeres en el patriarcado, pero sabiendo siempre que el patriarcado no ha ocupado nunca la realidad entera ni la vida entera de una mujer, aunque haya deseado ocuparlas. Es decir, sin contribuir a cultivar la economía de la miseria femenina. Yo, en realidad, no quería categorías de análisis: quería una revolución simbólica, una revolución de sentido, revolución que es instantánea e irreversible. Que me sacude entera. Que lo cambia todo.

La diferencia sexual es otra cosa. Es el sentido libre del ser mujer u hombre, ya que el mundo es uno y los sexos que lo habitamos son dos. Sentido libre, sentido y dicho por ella, por él en su caso, no por las instancias del poder social, sean estas del tipo que sean. Nunca sentido dicho por los hombres para las mujeres, que no sería ni siquiera sentido  ya que los hombres no son mujeres aunque esté bien que deseen serlo.

Lo que, en mi opinión, está en juego entre el género y la diferencia sexual en los Estudios de las Mujeres es la libertad femenina.

El descubrimiento de la libertad femenina en el movimiento de las mujeres de finales de la década de los sesenta y principios de los setenta del siglo XX fue decisivo para los Women’s Studies. Lo fue también para mi vida y para la vida de muchas otras, feministas o no. Creíamos hasta entonces que la libertad era una, única, que era la misma para las mujeres y para los hombres; y resultó ser que no.

El descubrimiento vino de la jurista y abogada italiana Lia Cigarini, una de las fundadoras de la Libreria delle donne di Milano, la Librería de mujeres de Milán, y de la revista no periódica sottosopra. Lo primero y decisivo fue el descubrimiento de la sexuación de la libertad humana, lo cual significa reconocer que la libertad no es una sino dos, como son dos los sexos en los que se presenta al mundo la criatura humana, también la hermafrodita o la transexual, sin determinismo alguno. Dicho en otras palabras: hay en el presente y ha habido en la historia una modalidad de la libertad propia de las mujeres, sin incluir a todas las mujeres ni todas las facetas, tiempos o modos de la existencia femenina.

La toma de conciencia de la sexuación de la libertad le llegó a Lia Cigarini en 1969 en Milán, en el contexto político de las Juventudes Comunistas, de las que ella era entonces una militante significativa. Lo que experimentó fue que, después de años de militancia comunista, se quedó muda, se quedó sin nada que decir en las reuniones del partido. La toma de conciencia consistió en caer en la cuenta de que la libertad por la que luchaba su partido, a ella no le pertenecía plenamente. En estos mismos años nacieron precisamente los Estudios de las Mujeres, aunque sin relación directa con la Librería de mujeres de Milán. Si bien el espíritu y la gracia femeninas vuelan por los aires.

La modalidad de la libertad que Lia Cigarini descubrió en 1969 y cuyas características originales fue poniendo en palabras, con otras, antes y después de la fundación de la Librería de mujeres de Milán en 1975 y llamó “libertad femenina”, la descubrió como una sensación, un sentir “que encuentra en otra vínculo, intercambio y medida”. Por tanto, es libertad “con”, no a solas, no individualista, no reducible ni contraria a la libertad históricamente masculina desde la Modernidad y durante toda la postmodernidad, no reducible a lo que se suele llamar el individualismo moderno.

Todo esto explica la inmensa creatividad de los Estudios de las Mujeres en el mundo entero durante el resto del siglo XX y primera década del siglo XXI. Estos estudios han transformado la universidad y la vida de las mujeres, inequívocamente. Contribuyendo al final del patriarcado, final que es un proceso personal, de una en una, como suele pasar en el feminismo: un sacar el patriarcado de mi vida dejando de darle crédito. Lo dijeron así treinta años atrás, en 1995, hace las tres décadas que recuerda el título de nuestra sesión de hoy, las mujeres de la Libreria delle donne di Milano:

“El patriarcado ha terminado, ya no tiene crédito femenino y ha terminado. Ha durado tanto como su capacidad de significar algo para la mente femenina. Ahora que la ha perdido, nos damos cuenta de que, sin ella, no puede durar. No se trataba, por parte femenina, de estar de acuerdo. Se han decidido demasiadas cosas sin o en contra de ella, leyes, dogmas, regímenes de propiedad, costumbres, jerarquías, ritos, programas de estudio… Era, más bien, un hacer de necesidad virtud. Pero que ahora ya no se hace, ahora es otra época y otra historia; tanto, que lo que se decidió sin y en contra de ella, se ha vuelto caduco, como si la hubiera obedecido siempre a ella.”

En la actualidad, sin embargo, hay indicios en la evolución de los Estudios de las Mujeres que traen un mensaje distinto, un mensaje de otro signo que cuesta todavía poner en palabras. Me viene a la cabeza aquel enigma tan repetido de la poesía de Teresa de Jesús o de Ávila que dice Vivo sin vivir en mí / y tan alta vida espero / que muero porque no muero. Voy observando y también viviendo que nuestras grandes y originales fundaciones de Estudios de las Mujeres van, unas veces, desapareciendo con la jubilación de sus fundadoras; otras veces siguen adelante desvitalizadas, como por inercia, incorporadas a la academia entre sus rutinas de conservación; otras siguen buscando reanudar el contacto perdido con las alumnas de las generaciones que han seguido frecuentando el feminismo y las carreras universitarias… Es decir, el presente es, en mi experiencia, incierto para los Estudios de las Mujeres. No sabemos si han cumplido.

Yo no sabría decir si hoy, en la Era de la Perla, los Women’s Studies han cumplido o si han de morir para vivir. Sin falsas alternativas ni antinomias. O sea, como en el famoso  “muero porque no muero” que citaba de Teresa de Jesús. No sabría decir si los Estudios de las Mujeres han transformado ya el conocimiento universitario desde su raíz y no necesitan continuar porque para cada mujer el estudiar y enseñar e investigar en la universidad es o puede ser puro placer clitórico, de modo que resulten innecesarios en ese recinto, o si han de morir para que no mueran. Es decir, si la inspiración clitórica de las que fundaron, fundamos, se unirá por el aire con las que ahora comparten con ellas, a su manera propia, en el mundo común, el anhelo de que la vida no les pase de largo.

Sor Juana Inés de la Cruz, la gran figura mexicana y universal de la Querella de la Rosa de las Mujeres, dijo y repitió incansable que la mujer viene siempre antes, que la madre está siempre antes. Es en el antes donde estar. En el Misterio del Antes.

Muchas gracias.

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