El 29 de octubre de 2021 presentamos en La Bonne (Centre de Cultura de Dones Francesca Bonnemaison) de Barcelona, el libro El placer femenino es clitórico. Fue un encuentro espléndido, alegre, amistoso y abierto al placer y al entendimiento de Amor. Aquí tienes los textos de las tres presentadoras: Marta Vergonyós Cabratosa, Barbara Verzini y María-Milagros Rivera Garretas.

Textos
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    Marta Vergonyós Cabratosa

    Cuando Milagros me propuso participar en la presentación de este libro me salió un “será un placer” espontáneamente, este era el sentir primero; después aparecieron, cómo no, pensamientos del estilo de “uy pero qué voy a decir yo si no soy escritora, uy pero qué voy a decir si, como dice Clarice Lispector, no soy una intelectual, escribo con el cuerpo”. Pero una vez dejados pasar estos pensamientos y conectando con el sentir, me dije: pero si justo después de leer este libro eres más libre. Este libro me ha hecho libre del pensamiento del pensamiento que todo lo enmaraña. Y lista para el sentir del sentir, que todo lo acompaña ¡vamos allá!

     

    Estas inseguridades iniciales, fruto creo de lo que Milagros hábilmente ha llamado violencia hermenéutica, se disipan cuando una decide hacer lo que le sale de la perla, que es a lo que nos incita este libro. Me explico: leyéndolo, ha sido inevitable recordar mi paso por el instituto, cuando durante las clases de filosofía, sobre todo cuando nos explicaban Santo Tomás, saltaba por la ventana y me iba a la playa a leer a Maria-Mercè Marçal, momento en el que también empezaba mi primer amor por una mujer, mi profesora de literatura. Dejadme que os cuente también que mi madre en esos tiempos en que yo y mi hermana éramos adolescentes, siempre nos decía: “haced lo que queráis pero no me vengáis a casa con un bombo”. Esta fue toda su educación sexual, pero parece ser que fue infalible, ya que nosotras dos, obedientes, decidimos usar el método anticonceptivo más eficaz, que fue amar a otras mujeres y construir nuestras relaciones de vida con ellas y así escapar de coitos no deseados entre muchas otras cosas. Mi paso por la universidad fue similar; me interesaba muy poco lo que me contaban y decidí por un lado abandonarla un tiempo, irme a América Latina, donde conocí el feminismo autónomo, para después regresar a la universidad con un megáfono debajo del brazo intentado organizar una huelga mundial de mujeres, cosa que no lo logramos, tal vez porque en esos momentos hablamos de parar el mundo parando los cuidados. Probablemente si la propuesta hubiera sido una huelga mundial de sexualidad vaginal, igual realmente se habría parado el mundo. Pero decidí ser obediente otra vez y cumplir con otro deseo de mi madre: “haced lo que queráis pero sacaos un título”. Para sobrellevar la situación, empecé a construir una relación de amor y amistad con las maestras que me interesaban de la facultad, y así aprendí a espaldas de la violencia hermenéutica sin tener que saltar por la ventana cuando hablaban de Picasso, puesto que en esta ocasión había 4 pisos de altura. Amistades que han llegado hasta el día de hoy, como la que tengo con Laura Mercader, por ejemplo. Todo ello para llegar hasta aquí hoy, después de este libro que me ha hecho más libre. Pero no he venido aquí a hablar de mi libro, como se suele decir, sino del de Milagros.

     

    Escribe Milagros: “y sin embargo, una vez descubierta por la propia conciencia, por el propio sentir, la violencia hermenéutica involuntariamente sufrida, a una le sale preguntarse si no habrá aquí una confusión derivada del conocimiento académico y su pensamiento del pensamiento, si la prevención frente a la fusión amorosa no ha de ser contra Amor sino más bien contra la sexualidad de la penetración y la vaginalidad fálica, contra el amor objetivado, la posesión que a una mujer la hiere en su alma y su propio sentir originario. Porque tanto la mística beguina como las oráculas, las profetisas, las sacerdotisas y la poesía femenina, sustancialmente clitóricas todas ellas, ignoran esta prevención, la ignoran porque su amor no tiene objeto y es un amor sin un porqué.”

     

    El libro de Milagros ha provocado en mí varias cosas, entre ellas la necesidad de leerlo tres veces, una con el cuerpo y sin esperar retener nada, solo gozar sin más, otra con el lápiz en la mano subrayando todo lo que me inspiraba (con lo cual ahora tengo un libro que parece un cuaderno de rayas) y una tercera para degustar las perlas que contiene y hacerme un collar con ellas.

     

    Este libro, que para mi tiene bastante de viaje iniciático, en su creación, ha seguido un camino como el de la virgen: una anunciación, una concepción y hoy una presentación en el templo, si me permitís llamarlo así.

     

    Me gustaría compartir con vosotras algunos momentos de esa concepción a través de alguna conversación por whats’App con Milagros mientras ella lo concebía, con mucho placer mediando, y yo en esos momentos estaba en plena reescritura del guión de mi próxima película.

     

    Era el verano de 2019 justo antes de la pandemia.

     

    29 de Julio 2019 – Santa Marta

     

    Milagros: Se me olvida preguntarte, como mujer de plantas ¿que es para ti el laurel?

     

    Marta: El laurel lo quemo porque su olor es relajante y abre las visiones a otras dimensiones y te conecta rápido con el reino del espíritu. Mi abuela me contó que se reunía en la calle de la Luna con un grupo de mujeres espiritistas que quemaban laurel para conectar con los espíritus y ella siempre lo hacía y yo lo hago ahora para conectar con ella.

     

    30 de Julio 2019

     

    Milagros: Me encanta y me sirve. ¿Te parece bien que te cite en la nota?

     

    1 de Agosto 2019

     

    Marta: Después de hablar contigo conecté mucho con mi abuela, la extrañaba y decidí meditar un poco, la emoción me invadía y le pedí que se manifestara de alguna manera, y te vas a sorprender porque mira lo que me encontré justo después dentro de la bañera: (Adjunta aquí una foto de una serpiente dentro de mi bañera, esto es absolutamente real). Superado el susto me reí y se lo conté a mi madre, y ella me dijo: no te asustes, recuerda que tu abuela adoraba las serpientes y se comunicaba con ellas”.

     

    Milagros: Qué fuerte y qué precioso también, conectar así con tus abuelas es de las Tres Madres a lo grande. La serpiente y el dragón están en todo lo nuestro. Yo creo que lo que mató la lanza del caballero St. Jordi es el orden simbólico de la madre. La verdad es que lo dicen con mucha claridad y luego es el que nos da la rosa, como si no fuera nuestra.

     

    Marta: La serpiente me ha tocado algo profundo, lo dejo reposar a ver qué dice. Serpientes y Dragones

     

    4 de Agosto 2019

     

    Milagros: ¿Te dice algo la Asunción de la Virgen?

     

    Marta: Dejando reposar tu pregunta, me he dado cuenta de que la Figura de la Virgen de la Inmaculada que tiene mi abuela, justo tiene una serpiente en los pies con una bola en la boca (ya sé que esto no tiene nada que ver con tu pregunta) pero vendría a ser “el cielo está aquí” con nosotras, mis brujas señalan esto. Con mi abuela, que se llama María, el 15 de Agosto solíamos celebrarlo, ella decía “el 15 d’Agost bull el mar y bull el most”; es el momento de máxima temperatura en la alquimia de la naturaleza, ya que el mosto se transformará en vino y la luna llena de Agosto es la Madre y señora del vino. La Asunción es pues cuerpo y alma, uva y calor que se transmutan en espíritu, y esto viene a ser el acto de creación ¿no? Ese acto único de escucha para mí, cuerpo y alma ascienden al reino de los cielos en esos instantes de belleza, la virgen sería la página en blanco antes de la escritura, las palabras el cuerpo, sus resonancias el alma y ellas nos pueden elevar, esa es nuestra Asunción del cada día.

     

    Me voy la mar.

     

    4 de Agosto

     

    Marta: Hoy he encontrado en mi libreta de viaje de cuando estuve en Delfos la clave para lo que se llama el primer punto de giro del guión de mi película, que supongo ya sabes: Las Sibilas llamadas Pitias o Pitonisas que viene de Pitón serpiente, hija de Gea, que custodiaba la gruta y el oráculo primitivo de su madre que después Apolo mató para tomar posesión del oráculo, bueno el caso es que las Pitias mascaban laurel mezclado con agua de la fuente Castalia, para alcanzar ese estado de trance y que la serpiente como tú decías es omnipresente en nuestras historias. Apolo como Sant Jordi mata también el simbólico de la madre, ese que como mis abuelas te enseña los misterios de la vida desde la vida misma.

     

    Qué bien que hayas soñado con Juana Inés, yo hoy soñé que estaba embarazada.

     

    29 de Octubre 2021, Barcelona, o sea hoy aquí y ahora:

     

    En esa conversación lo que no le conté a Milagros fue que lo que le pregunté a mi abuela, a su espíritu en este caso, fue sobre mi maternidad. Le pedí una anunciación y ella me mandó una serpiente, serpiente que volvería a aparecer, una culebra de escalera, dentro de una pequeña ermita prerrománica después de visitar a una bruja en la montaña para poner mi cuerpo y mi alma en armonía para la concepción. Estando yo tumbada en el suelo con las piernas abiertas hacía la puerta de la ermita, que es de planta circular, entró la serpiente, vino hacía mí y después se desvió hacia la pared, recorrió todo el círculo de la ermita y salió de nuevo por la puerta.

     

    Estoy embarazada y justo hoy cumplo 6 meses de embarazo de este cuerpo concebido sin coito el mes de Mayo, mes de María, concepción que tiene su origen en ese verano y en este libro que hoy presentamos.

     

    Otro efecto de este libro-pócima es cómo ha afectado a la relación con mi madre, o sea, cómo la ha mejorado, mi madre, maestra y amante de los libros, de la que he aprendido el amor a las palabras, la que nos hizo clitóricas a mí y a mi hermana a base de repetirnos “haced lo que queráis pero no me vengáis a casa con un bombo”, me preguntó qué libro era el que se presentaba hoy, y no voy a negar que con cierto pudor y esperando cualquier comentario posible, de esos que hacen a veces las madres, se lo conté y, para mi sorpresa, me dijo: “Oh qué libro tan interesante, dónde puedo conseguirlo”. Efectivamente, clitóricas nacemos todas.

     

    Dice Milagros en el libro: “El autorretrato mirándose al espejo es en nuestra historia un referente clitórico de la práctica artística femenina, libre del pensamiento del pensamiento, libre de la violencia hermenéutica: una práctica artística y política nunca olvidada. Ella, porque así lo quiere y le apetece, se mira y se ve y se pinta. Esta es su representación como artista impredecible, no penetrable por la violencia hermenéutica. Mirándose al espejo ella concibe conceptos vírgenes y originales, conceptos sin falo…”.

     

    Milagros ha escrito, en mi opinión, un autorretrato porque con este libro ocurre que como en los grandes autorretratos de artistas como Artemisia Gentileschi, una inevitablemente se ve en él. Tal vez hasta ha creado un nuevo género literario, el autorretrato pintado con palabras.

     

    Recuerdo de pequeña estar fascinada por los espejos, poner un espejo frente a otro y preguntarme hasta dónde llegará este reflejo del reflejo y comprender así el infinito, como pasa con este libro: es un espejo frente a otro y se va expandiendo en cada una de nosotras cuando lo leemos.

     

    -Amasar

     

    -Pelar guisantes

     

    -Tocar la superficie del agua

     

    -Tocar el pelo o que te lo toquen

     

    -Oler rosas que huelan

     

    -Buscar el sol en invierno

     

    -Poner solo los pies en la mar

     

    -Tumbarse en un campo florido en primavera

     

    -Oler la tierra cuando acaba de llover

     

    -Hundir las manos en un saco de arroz

     

    -Acariciar con las pestañas

     

    -Bañarse en la mar cuando llueve

     

    -Sentir la brisa fresca en la cara

     

    -Que te masajeen las orejas

     

    (la espiral, la concha, la perla, el agua, la esfera, la rosa, la flor)

     

    Cita Milagros a Hadewijch de Amberes en el libro: “todas las cosas hay que buscarlas con lo que ellas mismas son: la fuerza con la fuerza, la astucia con la astucia, la riqueza con la riqueza el amor con el amor, el todo con el todo y así siempre, las semejantes con las semejantes: esto basta nada más. Amor es la única cosa que nos puede bastar.”

     

    Añadiría yo: y el placer, con el placer…

     

    Gracias Milagros. Ha sido un gran placer leer este libro.

    Palabra amniótica | Barbara Verzini

    Traducir El placer femenino es clitórico ha sido un reto importante para mí porque, como ya he comentado en otras ocasiones, este libro tiene una medida de excedencia femenina, una desmesura que tiene que ver con la grandeza clitórica de la autora (que ya escribe desde la Era de la Perla) y de todas las mujeres que habitan su libro, grandeza que en cuanto tal es muy difícil de abrazar, así que a la hora de traducir he decidido abandonar el control y  dejarme llevar por el sentir, por el placer y por el amor, sin miedo.

     

    Y quiero subrayar la palabra amor, palabra que inunda el texto entero, porque siento que en nuestra época es una palabra maltratada, muy a menudo silenciada, apartada, dejada en un ángulo como algo innombrable. Traducir este libro es antes que cualquier otra cosa un acto de amor, amor como política prima, primera, oriente y horizonte de la política de las mujeres.

     

    Amor a la relación, a las palabras, el amor que fluye en la lengua materna, el amor hacia una misma y a las mujeres, el amor de la rosa.

     

    A lo largo de la traducción, volviendo a leer el libro, palabra por palabra, en el libro me ha sorprendido una y otra vez la valentía de Milagros al escribirlo precisamente así y autopublicarlo. ¿Cuánta fuerza requiere decir y sostener la verdad a partir de sí, hasta en sus pliegues más incómodos? Porque la verdad no siempre es plana y verde, muchas veces es áspera y dura como las piedras y puede doler también.

     

    Creo que para decir la verdad a partir de sí hay que estar intensamente en las palabras, adentro de las palabras, llenándolas con el peso de la propia experiencia. Una palabra así puede hacer justicia, porque está colma de un sentido que le viene de la vida que late. Esta es una palabra que deseo llamar palabra amniótica, porque no ha perdido la dimensión creacional de la lengua materna, su viscosa humedad fértil donde todo se mezcla y se transforma en las entrañas de una mujer.

     

    CLITORIS

     

    ¿Cuáles son estas palabras húmedas y encarnadas?

     

    ¿De qué palabras estoy hablando?

     

    Clítoris es una de ellas, una de las irrenunciables del libro, la encontramos ya en el título, unida a placer.

     

    Estoy segura de que muchas han disfrutado con alegría en lo profundo viendo la palabra clítoris impresa en la portada de este libro, respirando a pleno pulmón la emoción de la libertad del placer femenino.

     

    A lo largo de las presentaciones de El placer femenino es clitórico me he ido enterando de hasta qué punto sigue siendo una palabra revolucionaria mucho más de lo que imaginaba, y cómo nunca deja de ser actual, porque sigue generando oposiciones, fricciones, conflictos, debates.

     

    En italiano, fricciones es “attrito”, con todas estas TTT que chocan la una con la otra. He pensado que este attrito se genera donde no hay fluidez, donde falta el agua. Pero las ninfas siempre están húmedas, como nos recuerda la Autora.

     

    Clítoris es una palabra a partir de la cual Carla Lonzi abrió un camino que allí ha quedado abierto a la espera; Milagros lo recorre audazmente abriendo nuevos territorios. No repite. Con valentía sabia revela lo que hoy es más necesario que nunca.

     

    Recuerdo haber organizado con algunas amigas filosofas en la Universidad de Verona, hace años, un seminario que tenía como título: “Che fine ha fatto la donna clitoridea?” Sentíamos la necesidad de volver a poner el placer femenino en el centro de nuestra política feminista. Recuerdo que fue un encuentro precioso, muy participado, pero ahí se quedó y no generó otras cosas. No entendía el porqué, pero después de haber leído el libro de Milagros puedo decir que he encontrado la respuesta. Creo que es porque todavía nosotras no estábamos (o no éramos conscientes de estar) en la Era de la Perla. Hay un tiempo oportuno necesario para que la verdad de una palabra pueda ser detonante. Ha sido mucho más fácil instaurar una antinomia entre mujer clitórica y mujer vaginal, tomando partido, que reconocer que cada niña nace clitórica, que toda mujer es clitórica. Este es el salto simbólico que ofrece el libro, el salto del sí a todas, ninguna excluida.

     

    En la Era de la Perla no hay lucha entre vaginal y clitórica; esto sería y es PATRIARCADO.

     

    Como afirma la autora en el libro “toda mujer nace clitórica y lo será durante toda su vida”.

     

    Esta no es una tesis que haya que demostrar, ni defender frente a un tribunal académico. Es una verdad incontrovertible del sentir que no puede ser negada, que no puede ser criticada, que no necesita pruebas, que no deja espacio para las dudas.

     

    Es una verdad incontrovertible indiscutible indudable irrefutable inobjetable.

     

    Construir oposiciones te hace estar en una postura reactiva para nada creativa No todo tiene su contrario (no todo es hegeliano) y vive comparándose. Existe una unicidad insustituible.

     

    La vagina no es lo contrario de la clítoris, la vagina es pura ficción y por esto genera fricción.

     

    Creo que el verdadero problema, lo que hace fricción, después de todo no es la palabra clítoris sino más bien la palabra vagina y la dificultad de llegar a sentir íntimamente que es una palabra inventada por la violencia de la espada.

     

    La vagina, como explica la autora, “es un invento de la anatomía patriarcal, anatomía que, cuando se refiere a las mujeres, es siempre política”.

     

    El invento de la vagina como el invento del orgasmo vaginal no le sirven de nada a una mujer, se limita a generarle confusión y equívocos.

     

    La vagina solo le es útil al falo que se percibe como espada, la inventa para reducir a una mujer a una medida pequeña, mientras él se siente grande, para volverla falsamente igual en el orgasmo, ahí en el lugar que él ha elegido, ahí donde ella es muda porque no siente.

     

    PALABRA CÁSCARA y Violencia Hermenéutica

     

    El abismo que existe entre la Era de la Perla y el patriarcado es el mismo que hay entre la palabra amniótica y la palabra cáscara, palabra que he escuchado salir muy a menudo de la boca de muchos filósofos y de algunas filósofas, palabras vacías que llenan muchas universidades y se pueden utilizar e intercambiar sin roces o rasguños, con gran facilidad y sin experiencia ninguna, ni sentir.

     

    Vaciar las palabras, transformarlas en vainas, no respirar en ellas, utilizarlas como cáscaras, me vacía y vacía a las que me leen, porque es una acción desalmada que sustrae sentido al mundo.

     

    Esta práctica para mí forma parte de la violencia hermenéutica.

     

    Violencia Hermenéutica es otra palabra irrenunciable de este libro, profundamente vinculada con el equivocarse, llamar con el mismo nombre cosas diferentes, algo que no es lo mismo.

     

    Mi experiencia personal me dice que estamos viviendo en un momento histórico donde todavía no hemos alcanzado a ver hasta dónde la violencia hermenéutica ha entrado en nuestras casas, en nuestra comida, en nuestras palabras. Por esta razón, este libro es necesario. Por esta razón insisto en la importancia de practicar la Tabula Rasa cada día, porque no existe un lugar neutro donde refugiarse, ese lugar neutro es una ilusión construida por el orden fálico. La verdad, como decía antes, a veces es áspera y dura como la piedra. La neutralidad es una de las grandes mentiras del patriarcado.

     

    Tiene un valor político inmenso que sea precisamente una mujer que ha pasado mucha parte de su vida en la universidad que escriba sobre la violencia hermenéutica. 

     

    Desde esta perspectiva considero este como un libro de desintoxicación y de curación.

     

    Para desintoxicarse es necesario pasar por el teatro de la vaginalidad y reconocer dónde hemos actuado, dónde nos ha tocado, dónde nos hemos equivocado de orgasmo, dónde no he partido de mí fingiendo el coito, el “co-ire” que es otra pura ficción, porque no hay un co-ire puesto que cada una y cada una siente y se mueve a partir de un lugar diferente. Es necesario preguntarse dónde me he reducido a una medida pequeña, reflejo deformado del espejo del otro, olvidando mi infinito.

    ¿Equivocarse de orgasmo? | María-Milagros Rivera Garretas

    Este libro nació de una necesidad personal. Y creció alegre en esos meses de confinamientos que no creíamos que pudieran durar lo que duraron; lo cual, ingenuamente, garantizó la felicidad de la escritura, aunque parezca mentira. El libro creció acompañado por la relación que espontáneamente propuso Barbara Verzini justo antes, relación semanal, dos horas por teléfono ya que vivimos en dos países distintos, una relación cuyos frutos más grandes han sido la Colección A mano, inaugurada por su propio libro,[1]y su preciosa traducción a la lengua italiana, su lengua materna, del que presentamos hoy, que le agradezco muchísimo.

     

    Mi necesidad personal fue la de traer al presente la genialidad de Carla Lonzi cuando en 1971 escribió y publicó La donna clitoridea e la donna vaginale.[2] Este texto cayó como una bomba en el feminismo. A mí me afectó profundamente y me interpeló como te interpelan esos textos misteriosos que cuando los lees sabes, porque lo sientes, que tienen un secreto que no aciertas a desvelar. Recuerdo, y lo comento en el libro, las discusiones a gritos entre nosotras, las feministas de Barcelona, sobre los propios orgasmos reales e imaginados, una en concreto justo al final de la Rambla Cataluña, de noche, saliendo de un bar después de un encuentro. Gritábamos unas contra otras como grita el minotauro ante lo que quiere entender y no puede.

     

    ¿Qué es lo que no entendíamos? En mi opinión, no nos dábamos cuenta de que las feministas jóvenes de entonces, o sea nosotras mismas, que nos considerábamos emancipadas y libres, vivíamos, en realidad, en una situación contradictoria, de doble tirón; y, al mismo tiempo, estábamos llevando con nuestra enorme fuerza esta contradicción al límite, hasta desencadenar su imposible. Había una contradicción insoportable entre nuestro ser emancipadas y ser libres. Porque nos estábamos emancipando de nuestro ser mujer, que ocurre que es lo más grande del Mundo, y así, automáticamente, nuestra libertad se empequeñecía y se desorientaba.  Todo ello independientemente del tipo de sexualidades que practicáramos, ya que el ser lesbianas, como se decía entonces, se quedaba también dentro de la emancipación, en tanto que parte de la política de la identidad, esa política que atrapa la libertad femenina, subyugándola.

     

    El pensamiento de Carla Lonzi dio en la diana de esta contradicción. Por eso gritábamos, en vez de sentir y hablar. Nos pasaba algo insoportable, algo sentido en la carne, que no accedía a la palabra. El texto La donna clitoridea e la donna vaginale nos obligó a preguntarnos por la veracidad del propio placer, del propio orgasmo, que dábamos por seguro y cierto. Sabíamos que el orgasmo vaginal había sido inventado por un psicopatólogo horrendo cincuenta años antes, en el marco del freudismo y su misoginia patente, pero no nos cabía en la cabeza que esto nos afectara personalmente a cada una de nosotras. En aquel momento, el feminismo se ocupaba sobre todo de las otras, de un vago e inexistente “las otras” que salvaguardaba la propia opresión y retardaba la propia toma de conciencia. Carla Lonzi forzó la pregunta, la incógnita, que yo, al menos, he tardado cincuenta años en poder poner en palabras que desencadenaran su imposible desde el sentir y el sentido de mi propia experiencia.

     

    No llegamos a puerto alguno, en aquellos años. No llegamos porque las lesbianas militantes, al menos las que yo conocí, que tenían mucho predicamento entonces en el feminismo, usaron el texto de Carla Lonzi para reforzar su política de la identidad sin hacerse ninguna otra pregunta, sin entrar en su sentir ni en su conciencia. Sin darse cuenta de que las identidades son constructos patriarcales para dividir y, así, dominar mejor.

     

    La conclusión a la que llegamos en ese momento fue que el texto La mujer clitórica y la mujer vaginal era peligroso porque nos dividía a las mujeres, que estábamos hartas hartísimas de ser divididas por las mil instancias del patriarcado de entonces, instancias de poder empeñadas en separarnos y en confundirnos con el fin de preservar el contrato sexual sobre el que su poder se fundaba. Y así, entre perplejidades y gritos, la mujer clitórica y la mujer vaginal quedaron pendientes, trabajando dentro de cada una como trabajan las palabras, a la espera de tiempos más propicios.

     

    Por eso, el primer capítulo del libro que presentamos se titula Equivocarse de orgasmo; y, el segundo, La violencia hermenéutica o clitoridectomía simbólica. Era la violencia hermenéutica universitaria lo que nos impedía entender.

     

    Recuerdo reírme sola un buen rato, al empezar a escribir el libro, cuando me vino a la cabeza el título del primer capítulo, Equivocarse de orgasmo. Pensé incluso en ponerlo como título del libro entero, aunque luego este, como suele pasar, se fuera él solo por otros caminos, más placenteros y más alegres, por suerte. Por eso, los dos capítulos restantes se titulan Glosa del placer clitórico y Concebir cuerpos sin coito y conceptos sin falo.

     

    Pero la frase Equivocarse de orgasmo consiguió cumplir el hechizo de disolver, al menos en mí, y entre risas, sin controversia alguna, la contradicción antigua. Me di cuenta de que la emancipación a la que nos había llevado la violencia hermenéutica universitaria nos ponía un tope: el tope de impedirnos ver, impedirnos ver que la emancipación formaba parte de la opresión que tanto criticábamos.

     

    Por eso, una de las cosas importantes, en mi opinión, que el libro aporta es la toma de conciencia y la expresión de que toda mujer nace clitórica y virgen, y clitórica y virgen puede permanecer la vida entera, sea o no sea madre. La clave está en no equivocarse de orgasmo. Esta es una afirmación mística, no reificable, no objetivable, incontrovertible. Porque el primer sentir que de Amor, de Dama Amor, se tiene, es ya mística.

     

    En otras palabras, la mujer clitórica y la mujer vaginal no son una alternativa y, por tanto, no nos pueden dividir a las mujeres. Menos aún hacen una antinomia del pensamiento. Sostengo en el libro que la mujer vaginal es vaginal adquirida; por tanto, más que la mujer vaginal existe la mujer vaginalizada: vaginalizada por el contrato sexual. Terminado el patriarcado y su fundamento, el contrato sexual, la mujer vaginalizada resulta residual; aunque haberlas, las haya.

     

    Se equivocó de placer, en mi opinión, María Zambrano, cuando escribió en su Filosofía y poesía que “La primera idea que del amor se crea es ya mística”.[3] Amor no es una idea, es un sentir, sentir precisamente placer. No necesita a Platón: la caverna, la caverna del placer, es otra. Y todo placer es de la Mística, todo placer pertenece al Misterio; siendo el ser mujer el misterio más importante de la Naturaleza, de lo nacido y por nacer, su misterio primero, misterio que obviamente los relatos patriarcales convirtieron en segundo, en secundario, y por eso son patriarcales. En el origen de todo placer y de toda vida hay una Divina Presencia que es mujer y que acompaña e inspira lo vivo. Por eso, el placer femenino es clitórico; por eso, la vagina y el orgasmo vaginal tuvieron que ser inventados por hombres machistas, la vagina en 1641, cuando la Caza de brujas empezaba a ser ganada por los Estados modernos; el orgasmo vaginal, en 1928, cuando la libertad de amar de tantas mujeres del siglo XIX y principios del XX amenazaba con derribar los Estados modernos eliminando el patriarcado de sus casas y sus vidas y de su noción de lo que es una familia. Yo me reí mucho traduciendo del latín lo que dice el inventor conocido de la vagina sobre la utilidad de esta, que estaba diseñada, según él, literalmente, para el “cómodo choque viril”. Algo parecido al tópico “mujeres victorianas”, que nunca existieron en los términos del tópico machista.

     

    Todo esto es un enigma para la mente moderna y postmoderna, esa mente que tiende ya de forma casi naturalizada al Uno, al falo, construcción cultural del pene. Un enigma no de los de Sor Juana Inés de la Cruz sino de los de Edipo, estudiados magistralmente por Barbara Verzini en su libro La Madre en la Mar. El enigma de Tiamat. Hoy, enigmáticamente, parece que las mujeres emancipadas ya ni hablan de su vulva y, con frecuencia, tanto oralmente como por escrito, la confunden con la vagina. Persiste así, entre algunas, la pena enorme de equivocarse de orgasmo.

     

    Pero el cuerpo, como decía María Zambrano, se obstina en ser. Lo prueban esas inexplicables enfermedades femeninas antiguas y nuevas: la depresión que no ceja, la fibromialgia, la fatiga crónica, el inexplicable “me duele todo”, “no puedo con mi alma”. Persiste una contradicción insoportable que nos tensa el cuerpo y el alma, y nos impide destensar una y otro, hasta que el dolor se adueña. Esas enfermedades advierten de que el placer está ausente. “El cos (cuerpo) aguanta si el cor canta”, decía hace mucho una canción de Marina Rossell, y sigue vigente: el corazón canta si las entrañas y el alma femeninas sienten placer. Porque a una mujer el placer le pertenece en primera instancia, por su ser mujer y su ser divina y origen, placer del cuerpo y del alma inseparables, placer del alma corporal, como lo ha llamado Antonietta Potente.[4] Por eso el placer femenino es clitórico. Y ni se contrapone con el llamado orgasmo vaginal ni es tampoco su alternativa. Sabemos que hay cosas que se eligen sabiendo que no son objeto de elección.

     

    Las lectoras que han opinado sobre el libro en los meses inciertos que han pasado desde que salió a finales de noviembre de 2020, me han devuelto precisamente eso, que el placer femenino es clitórico. Me han escrito cosas como estas:

     

    No hay sitio ni para la paridad ni para la igualdad en un orgasmo;

     

    nunca, en ninguna circunstancia, dejé de acariciarme;

     

    mi clítoris está mustia;

     

    también soy Rosa;

     

    el placer de coleccionar estampas de vírgenes y de Inmaculadas en mi niñez;

     

    qué alivio saber y darme cuenta de que tengo la capacidad de ser clitórica, que he nacido clitórica y ahora re-nacido clitórica, además de reconocer mi clitoridad en mi vida concreta, como lo que significa mi nombre, Ilse, ninfa del agua;

     

    tengo ahora mismo la entraña que me va a dar algo, directamente, y el alma que ni te cuento, dando palmas, dando palmas está mi alma;

     

    gracias por hacerme reír ante situaciones compartidas en relación al placer del cuerpo y del alma;

     

    ¡Extraordinario libro! Conmovedor, asombroso, brutal a veces;

     

    a mí nadie me despojaba de mi placer;

     

    no se pueden decir verdades tan gordas de una forma tan seria y a la vez que te hagan soltar una carcajada;

     

    es uno de los libros más verdaderos que he leído jamás;

     

    La palabra “placer” es distinta para nosotras las mujeres que para la sociedad. La palabra placer redime el dolor, no solo la risa. La palabra placer tiene una fuerza de redención muy grande. En medio está el mundo, no solo mi placer. No solo como un placer egocéntrico sino verdaderamente grande. Un Misterio. El Misterio lo comprende todo y a todas y todos.

     

    Críticas, la verdad es que no he recibido. Seguramente porque el libro no tiene nada que ver con el pensamiento crítico. Es un libro, como decía al principio, nacido de una necesidad personal, de un sentir profundo. Cuando he hablado de él en la universidad, lugar del pensamiento crítico, la experiencia ha sido muy difícil. Me vino de pronto la palabra “clitoricida”, para describirla, esa experiencia. Comparecieron los delitos de omisión, de retroversión, de encubrimiento, de negación del placer clitórico atribuyéndoselo a cualquier sentimiento, de anulación de su posibilidad de existencia simbólica…Yo ni entendía de qué me estaban hablando, hablaban de otra cosa, que es el modo más académico de tapar, de practicar la condena de la memoria, la damnatio memoriae, aunque fueran mujeres. Una experiencia terrible, muy propia de la violencia hermenéutica universitaria. Indigna de ser recordada.

     

    [1] Barbara Verzini, La Madre nel Mare. L’enigma di Tiamat, Verona y Madrid, Edizione indipendente, 2020,(La Madre en la Mar. El enigma de Tiamat, trad. de María-Milagros Rivera Garretas, Verona y Madrid, Edición independiente, 2021).

     

    [2] Publicado primero suelto y después como Carla Lonzi, Sputiamo su Hegel. La donna clitoridea e la donna vaginale e altri scritti, Milán, Scritti di Rivolta Femminile, 1974.

     

    [3] María Zambrano, Filosofía y poesía, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1993, 68-70. [Morelia (México), Publicaciones de la Universidad Michoacana, 1939].

     

    [4] Antonietta Potente, Come il pesce che sta nel mare. La mistica luogo dell’incontro, Milano, Paoline, 2017, 79-80. Ead., Se non rendi incorporei i corpi e corporee le cose prive di corpo, il risultato non ci sarà: Tornare ad essere nel cosmo, Scuola di Alta Formazione Donne di Governo, Accademia della spiritualità e dell’ecologia #6, 24 aprile 2021, https://www.youtube.com/watch?v=mC2G-Or8RY4

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